Título: La abadía de Northanger.
Autora: Jane Austen
Editorial: Alianza Editorial
Páginas: 336
ISBN: 978-84-9104-513-7
Precio: 12,95€
Sinopsis
La vida de la joven Catherine Morland -miembro de la numerosa familia de un modesto clérigo rural- discurre apaciblemente en la campiña inglesa, donde se entrega con pasión a su distracción favorita: leer novelas de género gótico, llenas de pasadizos ocultos, mazmorras y misterios. Una invitación en la vida real, sin embargo, la lleva a la ciudad de Bath, donde ella y su hermano James establecerán relaciones con los Thorpe, ambiciosos y manipuladores, y los Tinley, vástagos de una distinguida familia cuya hacienda, que ostenta el pintoresco nombre de abadía de Northanger, despierta en Catherine las más escalofriantes y deliciosas expectativas. Teñida de una fina ironía, La abadía de Northanger mezcla amores, conveniencias y apariencias, regalándonos como pocas obras el placer de la lectura.
Opinión personal
Catherine Morland es para mí el personaje más “infantil” de Jane Austen. Es una joven en la que recaen todos los clichés propios de la ingenuidad y la inocencia. Es cierto que me encantan los personajes de Jane que son más maduros y fuertes, pero la personalidad de Catherine nos muestra unas críticas sociales muy potentes a través de unos ojos muy inocentes.
Desde su desconocimiento del mundo real, Catherine nos ofrece una perspectiva muy jugosa ,a través de sus ojos, de cómo es para una joven de campiña adentrarse en el mundo de los bailes, del conocer gente, de las altas clases sociales, y , en definitiva, de la sociedad de la época en Bath.
Nuestra protagonista va a conocer al llegar a Bath, a una joven de lo más perniciosa llamada Isabella Thorpe. Éste personaje, junto a su hermano John Thorpe, es de los más frívolos de Jane Austen. Es cierto que en aquella época, para una mujer, era más importante conseguir un matrimonio ventajoso (con todas las ventajas que eso implicaba) que casarse por amor. Soy capaz de comprender éste aspecto, ya que la mujer valía tan poco entonces y tenía tan pocas oportunidades de sobrevivir sin un buen marido, que no puedo juzgarlas. Pero siempre me ha dejado helada la facilidad con las que algunas aceptan este sino, sin la mínima rebeldía, sin el mínimo dolor. Que te veas prácticamente obligada por la sociedad a buscar la forma de sobrevivir al lado de un buen marido, no significa que la idea deba encantarte. Isabella es de esos personajes que, no simplemente le parece estupendo casarse sólo por dinero o posición, sino que además es un auténtico prodigio de los negocios en éste sentido.
Es una maravilla observar, a través de los pensamientos de la propia Catherine, todos esos actos perniciosos y malignos de Isabella. Catherine es tan naïve que nunca entiende el comportamiento de su “amiga” y trata de justificarlo constantemente.
El que realmente me parece un idiota redomado sin ningún tipo de inteligencia ni encanto como personaje, es John Thorpe. Que ser más desagradable y pesado. Muy pesado.
Sin embargo, Henry Tilney, el hombre del que Catherine se enamora nada más llegar a Bath, y su hermana Eleanor, son dos personajes que me caen en gracia desde el principio. Él muestra inteligencia y agudeza desde la primera conversación. Es uno de los personajes masculinos de Jane que más me gustan. Tiene un encanto personal que a mí me parece irresistible. De hecho creo que, a pesar de que Catherine parece un poco loca siempre soñando despierta con las novelas góticas que lee, él aprecia una mente despierta fuera de lo común, de lo que está acostumbrado a ver. Los hombres parecen siempre empujados a amar un tipo de mujer, y en aquella época, casi era obligado que te gustara una mujer joven, rica, fértil y si pudiera ser atractiva y que no abriera mucho la boca. Catherine es de las que no cierra el pico y dice todo lo que piensa. Y que a él eso le guste, hace que a mí me guste.
Ya sabéis que no hay ni un solo libro de Jane Austen que no me guste, y aunque soy muy pesada y siempre os ando instigando a que la leáis, siento deciros que jamás cesaré en mi empeño. Leedla, leedla, y leedla.