Título: Lágrimas de amapola.
Autora: Rosario Santana Muñoz
Editorial: Editorial Círculo Rojo
Páginas: 84
ISBN: 978-84-9183-514-1
Precio: 11,40 €
Sinopsis
Siempre esa sombra callada de espera eterna.
Pasaba las noches bordando manteles y sábanas blancas mientras su amor trabajaba al límite, bajo tierra. Era Penélope siempre que su amor regresaba…
Hasta que una noche de luna roja la tierra airada truncó sus bordados de amapolas y sus hilos de esperanza.
Esta es una historia de sentimientos, de amor compartido y de amor truncado por el destino, de ausencias y de tristezas… Es la voz más íntima de cada mujer a la que arrancan la más sentida de sus ilusiones en una época en la que ser mujer era ser una sombra.
Opinión personal
He tenido la mala suerte de no haber sentido una inclinación directa hacia la poesía en mi infancia y adolescencia, ni tampoco alguien cercano que tuviera por propósito inculcármela. Pero supongo, que nunca es tarde. Gracias a la perpetua insistencia de una de mis mejores amigas, ahora procuro leer un libro de poesía al mes. No siempre cumplo mi promesa, la verdad, pero ya leo mucha más poesía que antes. Lo cual no está mal.
Éste poemario llegó a mis manos por cortesía de la editorial Círculo Rojo, y no puedo estar más agradecida. Se me antoja un tanto complicado escribir una reseña amplia sobre un poemario. No me siento una experta en la materia, para nada en absoluto. Pero trataré de ser lo más honesta posible.
Ésta recopilación de poemas gira en torno a una pareja. Él es minero y ella trabaja en casa. A media que vas leyendo comienzas a intuir una bonita historia de amor que terminó en desgracia. La mayoría de los poemas hablan del fallecimiento de él en las minas. Son realmente estremecedores y te llegan al corazón.
Como no podría ponerme a hablar de métrica, rimas o nada parecido porque me dejaría a mí misma en ridículo, prefiero dejaros aquí uno de los poemas que más me han gustado del libro:
En esta senda de tristeza,
siempre busco tu amparo
entre palabras soñadas
con los ojos entornados.
Siempre encuentro tu refugio
cuando me pierdo en el río.
Siempre espero tus besos
cuando mis labios palidecen,
cuando sólo siento frío.
Siempre me duermo
en este lecho vacío
que se llena con tu aroma
y con tu cara en mi pecho,
quedándose para siempre
entre sábanas de hilo.
Siempre sueño que estás aquí
y que nunca te marchaste.
Siempre despierto sintiendo
que tus ojos me están mirando
como vigila una madre
el despertar de su niño.
Siempre me levanto
con tu sombra,
porque siempre
vas conmigo.